No son muy recomendables a menos que se tenga mucha hambre, ya que las lapas son excepcionalmente duras, condición previsible dada la fuerza del músculo con que se adhieren a las rocas al percibir el menor contacto y que hace que sea poco menos que imposible arrancarlas. Sin embargo, con persistencia se pueden recoger cuando la marea está baja (es raro encontrarlas en el mercado); se pueden comer crudas o en sopa. También se pueden rehogar en mantequilla con perejil picado, pimienta y vinagre, o ponerlas durante unos minutos al horno, con un poco de mantequilla en cada concha. Las más pequeñas son mejores hervidas y presentadas con vinagre, pimienta y pan con mantequilla.
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