Son multilobulados, y serán muy grandes y pálidos si provienen de una ternera lechal; más oscuros y mucho más pequeños si son de un animal que pastaba. Lo mejor es asarlos a la parrilla sobre brasas de carbón y servirlos con tocino, o bien dorarlos rápidamente en mantequilla para que no suelten sus jugos. Su complemento perfecto es el sabor picante de una salsa crema a la mostaza. También se pueden asar, envueltos en su propia grasa; el proceso lleva alrededor de una hora y el resultado es un riñón rosado y suculento
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